
Salgo a la calle. Veo una chica muy mona que saca de su bolso un paquete de tabaco. Toma un cigarrillo, supongo que el último y arroja el paquete al suelo, incluso sin estrujarlo. Pasa una moto del municipio que recoge cacas de perro y demás deposiciones, pero me asombra que no han pasado ni cinco minutos y ya han aparecido otros nuevos excrementos, por mucho que los hablemos estos noble animales no entienden de postulados sociales. Se podrían contar muchas más y sin rebuscarlas. La realidad es que somos guarros (me incluyo como miembro social aunque no guste de este tipo de prácticas), tengo la suerte de poder decirlo y no ser tachado ni de retrógrado, “regresista”, o frenopatiquista, por el anonimato y la indiferencia que surten mis opiniones. Si alguien quiere pedir mi dimisión al frente de este blog que rellene el formulario pertinente.
No ha servido de nada. Campañas, concienciación, medios, todo inútil. Cuando éramos niños en el colegio nos quejábamos porque no había de papeleras. Ahora están a miles y todo sigue igual o puede que peor. La calle no es de nadie, como el dinero público o todo lo común. Me imagino que la culpa la tienen los políticos, los “emigrantes” o mejor aún, la sociedad, gran refugio en el que alojar frustraciones, miedos y falta de coraje. “La culpa no es yo” eso está claro. Si pasa algo que me afecta, siempre hay algún factor externo a quien imputar la falta y así exonerar a la mente de cualquier ejercicio de responsabilidad o reflexión. Es una postura cómoda y además encontramos enemigos que son muy útiles en estas vidas que llevamos plenas de aspiraciones no logradas. El mirar hacia dentro no es una opción. Claro está, nadie tiene la culpa. Mientras tanto seguimos viviendo en ciudades feas, sucias y grises. Ahora somos un país rico pero nuestra cultura social sigue siendo pobre. Lo que me altera es que no en todos los sitios es así lo que demuestra que no hay excusas.
Echo de menos los tiempos en los que en los pueblos cada uno limpiaba su parte de calle como muestra de respecto hacia los demás. Ahora esas tareas son indecentes y las tenemos subcontratadas. Hace unos días un político francés hablaba sobre la posibilidad de que los alumnos se levantasen cuando entrara el profesor en una clase. La vuelta al respeto no debe considerarse como algo negativo. Puede que aquí ya sea un poco tarde para volver a eso y si algún día lo hacemos será a la fuerza y de mala gana. No se habrá conseguido nada. Pero tenemos que desprendernos de esa falsa idea seudoprogresista sobre el bien y el mal. Lo importante es mejorar. Los mejores siglos del pensamiento, la literatura y el arte han sido pretéritos. La ciencia avanza que es una barbaridad pero sólo ella, y a mí me llega sólo de refilón. Más reflexión y menos televisión. La realidad es dura, por eso siempre vuelve.